La fiesta de san José es muy celebrada en nuestros pueblos y familias. Aunque esta fiesta no forma parte de la Cuaresma, no nos hace interrumpirla, puesto que nos ayuda también a orientarnos, con el testimonio de san José, en la vida y la misión de Jesucristo.
Quiero referirme a dos hechos mencionados en los Evangelios.
En el primero, san Mateo (1,18-25) nos dice que José estaba prometido en matrimonio con María y antes de que vivieran juntos, él decidió dejarla en secreto. Efectivamente, José es justo y no quiere encubrir con su nombre a un niño cuyo padre desconoce, pero también, sin dudar de las virtudes de María, no la quiere denunciar como adúltera. Dios interviene mandando en sueños a José el aviso de que no dude en aceptar a María como esposa y el hijo que ella espera lo haga suyo, puesto que esto es obra del Espíritu Santo. José, entonces, asume la misión que Dios le encomienda: acoger al niño y constituirse en padre, poniéndole el nombre. Toda la vida de José queda centrada en atender a María y a Jesús.
En otro hecho, que menciona san Lucas (2,41-52), es Jesús adolescente quien asume la actitud de crecer y desarrollarse en compañía de sus padres María y José. El hecho es en el contexto de la fiesta de Pascua en que participa la familia. María y José pierden a Jesús y, después de la angustia de tres días, lo encuentran en el templo, en medio de la gente instruida, escuchándoles y haciéndoles preguntas, dejando a todos sorprendidos de su inteligencia. Cuando María reclama a Jesús por qué les ha hecho eso, Él con serenidad y sabiduría les contesta que debía estar en las cosas de su Padre.
Dice san Lucas que María y José no entendieron la respuesta de Jesús. José pudo haberse sentido confundido y desplazado, pero no desahoga negativamente sus sentimientos. Ahí en ese momento, todo era propicio para que Jesús dejara a María y José y emprendiera una nueva etapa en su vida, por ejemplo dedicado a vivir y servir en el templo, como lo había hecho antiguamente el profeta Samuel. Sin embargo Jesús, nos dice san Lucas, bajó a Nazaret con María y José, sometiéndose a ellos, creciendo con ellos en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. Subrayo esta elección de Jesús: aunque Él haya mencionado una relación superior con su Padre Dios, decide seguir aceptando a María y José como sus padres.
San José vive justamente su condición de hijo de Dios, de esposo de María, de padre de Jesús. Ni más ni menos de lo que Dios le encarga. Ni refuta ni tiene pretensiones de más. La fiesta de san José nos ayuda y motiva a identificar en nuestra vida la misión que también Dios nos encomienda, la cual tiene mucho que ver con nuestra familia y con los demás: ni rechazar ni apropiarnos más de lo que Dios nos pide y quiere de nosotros y con nosotros.
Excmo. Sr. Obispo Don Rodrigo Aguilar Martínez.
Quiero referirme a dos hechos mencionados en los Evangelios.
En el primero, san Mateo (1,18-25) nos dice que José estaba prometido en matrimonio con María y antes de que vivieran juntos, él decidió dejarla en secreto. Efectivamente, José es justo y no quiere encubrir con su nombre a un niño cuyo padre desconoce, pero también, sin dudar de las virtudes de María, no la quiere denunciar como adúltera. Dios interviene mandando en sueños a José el aviso de que no dude en aceptar a María como esposa y el hijo que ella espera lo haga suyo, puesto que esto es obra del Espíritu Santo. José, entonces, asume la misión que Dios le encomienda: acoger al niño y constituirse en padre, poniéndole el nombre. Toda la vida de José queda centrada en atender a María y a Jesús.
En otro hecho, que menciona san Lucas (2,41-52), es Jesús adolescente quien asume la actitud de crecer y desarrollarse en compañía de sus padres María y José. El hecho es en el contexto de la fiesta de Pascua en que participa la familia. María y José pierden a Jesús y, después de la angustia de tres días, lo encuentran en el templo, en medio de la gente instruida, escuchándoles y haciéndoles preguntas, dejando a todos sorprendidos de su inteligencia. Cuando María reclama a Jesús por qué les ha hecho eso, Él con serenidad y sabiduría les contesta que debía estar en las cosas de su Padre.
Dice san Lucas que María y José no entendieron la respuesta de Jesús. José pudo haberse sentido confundido y desplazado, pero no desahoga negativamente sus sentimientos. Ahí en ese momento, todo era propicio para que Jesús dejara a María y José y emprendiera una nueva etapa en su vida, por ejemplo dedicado a vivir y servir en el templo, como lo había hecho antiguamente el profeta Samuel. Sin embargo Jesús, nos dice san Lucas, bajó a Nazaret con María y José, sometiéndose a ellos, creciendo con ellos en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. Subrayo esta elección de Jesús: aunque Él haya mencionado una relación superior con su Padre Dios, decide seguir aceptando a María y José como sus padres.
San José vive justamente su condición de hijo de Dios, de esposo de María, de padre de Jesús. Ni más ni menos de lo que Dios le encarga. Ni refuta ni tiene pretensiones de más. La fiesta de san José nos ayuda y motiva a identificar en nuestra vida la misión que también Dios nos encomienda, la cual tiene mucho que ver con nuestra familia y con los demás: ni rechazar ni apropiarnos más de lo que Dios nos pide y quiere de nosotros y con nosotros.
Excmo. Sr. Obispo Don Rodrigo Aguilar Martínez.
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