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domingo, 18 de enero de 2009

18 DE ENERO (88° ANIVERSARIO DE LA CORONACION PONTIFICIA) .


Fueron los frailes de Zapopan los que despertaron el ánimo de muchos la inquietud de una corona para su prelada. Según parece, fue el R.P. FR. Teófilo del Sagrado Corazón de María García Sancho, franciscano de quien broto esa idea en 1886, pero como semilla al parecer vana no germino.

En 1902, siendo guardián del convento de Zapopan Fray Bernardo de la Madre de Dios Anguiano, se llega por fin al acuerdo de Dicha Coronación, se presentaron muchas dificultades, algunas de ellas con el calificativo de insolubles, pero todas se vencieron.

En 1911 siguiendo el consejo del Excmo. Sr. Arzobispo Don José de Jesús Ortiz, el R.P. Fray Luis del refugio de Palacios, se pone en obra redactando una breve historia de Nuestra Señora de Zapopan, la cual fue enviada a Roma años mas tarde, juntamente con la solicitud de la coronación que hacia el Sr. Arzobispo Don Francisco Orozco y Jiménez, en 1919. Con fecha del 17 de junio del mismo año, Roma otorgaba el decreto de la coronación y con ello los preparativos no se hicieron esperar.


De antemano el Sr. Obispo de Aguascalientes Fr. José María de J. Portugal, Franciscano quiso hacerse cargo de la manufactura de la corona para la cual dejo al morir las esmeraldas de su pectoral y otras muchas piedras preciosas. Fray Luis del Refugio hizo los diseños de la corona, el Sr. Paulino Sánchez ejecuto la Obra verdaderamente artística. El Sr. Ángel Orozco de Zapopan, mando hacer a valencia, España un vestido hermosísimo por cierto bordado en oro. Se hizo también para esa ocasión una peana de plata de hermosas proporciones.




Por fin el 18 de enero de 1921 Guadalajara corono a su reina. La ceremonia tuvo lugar en la catedral, la que se engalanaba de lujo como pocas veces, estaba repleta a más no poder. Estuvieron presentes en la misa pontifical 15 prelados entre Arzobispos y Obispos de distintas diócesis.

El Excmo. Sr. Arzobispo de Guadalajara Don Francisco Orozco y Jiménez de Guadalajara, visiblemente repleto de dicha, corono las sienes de la augusta señora, Generala de Jalisco, haciéndola desde entonces toda una reina para el pueblo de sus amores. Aun mismo tiempo se dieron cita los aplausos, las vivas y las lagrimas, mientras que los clarines y los tambores rendían honores a la Generala y a la Reina haciendo estremecer este recinto sagrado. En esos momentos los repiques de las campanas de la catedral comenzaron, igualmente las campanas de los templos de la ciudad.



La cátedra Sagrada, fue ocupada por el Excmo. Sr. Obispo de la Mora, quien hablando como lo pedían las circunstancias supo llorar y hacer llorar a los feligreses provocando también aplausos, terminada la misa se canto el Te deum y todos los prelados Arzobispos y Obispos depositaron sobre el altar su Mitra y Báculo a las plantas de la virgen.

A la mañana siguiente la Reina de Jalisco volvía a su casa de Zapopan, pero no iba sola, su pueblo le acompañaba, era aquello un mar humano que bullía entorno a la virgencita, cantándole, rezándole, en una palabra haciéndole locuras de de niño retozón y festivo junto al regazo de la madre. Iba ella sobre su lujosa carroza adornada con devoción y buen gusto y turnándose la llevaban amorosamente recostada sobre el pecho los Arzobispos de Guadalajara y Puebla. Ambos no cabían en si mismo, lo menos que pudieron hacer fue llorar contagiados por aquella éxtasis que le hacia apostrofar ala virgencita.

El arzobispo de Puebla le iba diciendo muchos requiebros y ternuras asegurando que ni en la coronación de la morenita del Tepeyac había visto ni sentido lo que en la coronación de la reina de Jalisco.

El Señor Orozco y Jiménez, por su parte sintiendo tal vez mas que nunca la honra de la paternidad sobre aquel pueblo bendito, como que no se cansaba de llorar, de besar con mínimo la imagen de María y de decirle mucho muy de cerca: ¡Madre mía, mi Diócesis¡
¡Madre mía, mi Diócesis ¡

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