SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE ZAPOPAN. PATRONA DE LA ARQUIDIOCESIS DE GUADALAJARA.
El poderoso ha hecho en mí grandes cosas. (Lc 1, 49)
El poderoso ha hecho en mí grandes cosas. (Lc 1, 49)
Queridos hermanos y hermanas en Cristo.
El poderoso ha hecho en mí grandes cosas. ¡Santo es su nombre! (Lc 1,49), reza el cantico o mas bien el himno que Lucas pone en labios de María, para externar la grandeza que él ha obrado en ella, lo cual pone de manifiesto como en todo el himno, la actitud de gratitud que ella experimenta y en particular este versículo acentúa el jubilo con que Dios ha mostrado su poder en ella, y vuelve inmediatamente la mirada hacia Dios, “el Poderoso”, el único digno de alabanza. La frase “y es santo su nombre”, no hace referencia a las obras divinas, sino que sirve para caracterizar el ser de Dios. Dios es exaltado como el Santo, esto es, el Excelso, ante el que el hombre se inclina en adoración, pero su majestad no produce temor, sino el gozo, porque la esencia de Dios es al mismo tiempo la “misericordia” sin termino para los que le temen, esto es para los piadosos, pues dentro de la literatura del Antiguo Testamento, el temor de Dios constituye el motivo central de la religión, ahora bien dicho temor no ha de entenderse como algo que provoque miedo, sino es dejar trabajar a Dios en la vida personal del hombre, en otras palabras dejarnos guiar por su espíritu para el cumplimiento de su voluntad y María es el mejor ejemplo de ello, tal como nos la presenta la óptica lucana.
María como nos dice la escritura, tras recibir el anuncio del ángel, va con Isabel, ¿pero a qué va María con Isabel? La respuesta nos la da la propia escritura: También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está en cinta desde hace seis meses (Lc 1, 36), María dejándose llevar por el espíritu va a comprobar efectivamente lo que Dios le ha dicho, no porque dudara de él, sino por que, necesitaba la certeza de ello, como parte del camino de fe, es decir, para poder enfrentar con más valentía las pruebas que se avecinaban por cumplir el mandato de Dios, pues ella ya estaba comprometida y como sabemos según la tradición judía si no llegaba virgen al matrimonio ella debía morir apedreada para limpiar la deshonra de su casa, he ahí la grandeza de la fe de María, pues a pesar de saber ello opta por el proyecto de Dios ciegamente, no va a comprobar, para luego dar la respuesta, da su consentimiento y luego va a comprobar, ese es el verdadero camino de fe, pues tras la visita a Isabel, María se siente con la seguridad de que Dios está con ella y que cumple su voluntad.
Así María se vuelve en emisaria de la Paz, pues lleva en su vientre al rey de la paz, introduciendo así los tiempos mesiánicos, los tiempos de la salvación de Israel y de todo el orbe entero, de ahí que por ello Isabel exclame, ¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi señor? (Lc 1,43).
Por ello para Lucas María es la verdadera discípula, figura del discipulado, modelo de asentimiento a la Palabra de Dios, a la iniciativa divina, que se deja modelar por el Eterno. Esa es la invitación que María nos hace en esta pequeña y sencilla imagen que veneramos en este santuario y de Zapopan y que acompañamos año con año en su peregrinar, en su travesía como hace mas de 2000 mil años a las montañas de Judá, anunciando la salvación a todos y en particular en este año anunciamos con ella la Paz, esa paz que tanto anhelamos como pueblo y que solo en Dios podemos encontrar, esa paz que se obro hace 470 años, por intercesión de ella en la rebelión del Mixtón, entre los indígenas y los españoles, dando origen así a nuestro pueblo de Jalisco y demás entidades circunvecinas. Pero cómo podremos alcanzar ahora esa paz, primeramente con la fe creyéndole a Dios así como María le creyó y después como nos enseña su santidad Benedicto XVI: Si quieres promover la paz, protege la creación , pero también la libertad y el respeto son camino para paz. Así es como lo entendieron nuestros antepasados, tanto indígenas como españoles, tras el milagro ocurrido en el Mixtón.
El poderoso ha hecho en mí grandes cosas. ¡Santo es su nombre! (Lc 1,49), reza el cantico o mas bien el himno que Lucas pone en labios de María, para externar la grandeza que él ha obrado en ella, lo cual pone de manifiesto como en todo el himno, la actitud de gratitud que ella experimenta y en particular este versículo acentúa el jubilo con que Dios ha mostrado su poder en ella, y vuelve inmediatamente la mirada hacia Dios, “el Poderoso”, el único digno de alabanza. La frase “y es santo su nombre”, no hace referencia a las obras divinas, sino que sirve para caracterizar el ser de Dios. Dios es exaltado como el Santo, esto es, el Excelso, ante el que el hombre se inclina en adoración, pero su majestad no produce temor, sino el gozo, porque la esencia de Dios es al mismo tiempo la “misericordia” sin termino para los que le temen, esto es para los piadosos, pues dentro de la literatura del Antiguo Testamento, el temor de Dios constituye el motivo central de la religión, ahora bien dicho temor no ha de entenderse como algo que provoque miedo, sino es dejar trabajar a Dios en la vida personal del hombre, en otras palabras dejarnos guiar por su espíritu para el cumplimiento de su voluntad y María es el mejor ejemplo de ello, tal como nos la presenta la óptica lucana.
María como nos dice la escritura, tras recibir el anuncio del ángel, va con Isabel, ¿pero a qué va María con Isabel? La respuesta nos la da la propia escritura: También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está en cinta desde hace seis meses (Lc 1, 36), María dejándose llevar por el espíritu va a comprobar efectivamente lo que Dios le ha dicho, no porque dudara de él, sino por que, necesitaba la certeza de ello, como parte del camino de fe, es decir, para poder enfrentar con más valentía las pruebas que se avecinaban por cumplir el mandato de Dios, pues ella ya estaba comprometida y como sabemos según la tradición judía si no llegaba virgen al matrimonio ella debía morir apedreada para limpiar la deshonra de su casa, he ahí la grandeza de la fe de María, pues a pesar de saber ello opta por el proyecto de Dios ciegamente, no va a comprobar, para luego dar la respuesta, da su consentimiento y luego va a comprobar, ese es el verdadero camino de fe, pues tras la visita a Isabel, María se siente con la seguridad de que Dios está con ella y que cumple su voluntad.
Así María se vuelve en emisaria de la Paz, pues lleva en su vientre al rey de la paz, introduciendo así los tiempos mesiánicos, los tiempos de la salvación de Israel y de todo el orbe entero, de ahí que por ello Isabel exclame, ¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi señor? (Lc 1,43).
Por ello para Lucas María es la verdadera discípula, figura del discipulado, modelo de asentimiento a la Palabra de Dios, a la iniciativa divina, que se deja modelar por el Eterno. Esa es la invitación que María nos hace en esta pequeña y sencilla imagen que veneramos en este santuario y de Zapopan y que acompañamos año con año en su peregrinar, en su travesía como hace mas de 2000 mil años a las montañas de Judá, anunciando la salvación a todos y en particular en este año anunciamos con ella la Paz, esa paz que tanto anhelamos como pueblo y que solo en Dios podemos encontrar, esa paz que se obro hace 470 años, por intercesión de ella en la rebelión del Mixtón, entre los indígenas y los españoles, dando origen así a nuestro pueblo de Jalisco y demás entidades circunvecinas. Pero cómo podremos alcanzar ahora esa paz, primeramente con la fe creyéndole a Dios así como María le creyó y después como nos enseña su santidad Benedicto XVI: Si quieres promover la paz, protege la creación , pero también la libertad y el respeto son camino para paz. Así es como lo entendieron nuestros antepasados, tanto indígenas como españoles, tras el milagro ocurrido en el Mixtón.
Pero en este año no sólo honramos a María como mujer de fe y de paz, sino que también reconocemos su amparo sobre su Guardia de Honor, hermanada cristiana extendida sobre diversas entidades del país e inclusive del extranjero cuya naturaleza es: Difundir en el mundo el mensaje de Cristo; siguiendo el ejemplo de su madre Santísima. Dicho reconocimiento lo hacemos proclamándola: Madre y Soberana de su Guardia de Honor. Claro que la proclamación de dicho titulo no que da solo restringido a esta hermandad en particular, sino a toda la comunidad eclesial, puesto que todos somos soldados de Cristo, y como tales hemos de guardar su palabra y meditarla en el corazón, quedando maravillados de la misma, para defenderla y transmitirla en nuestros ambientes de amistades de estudio, de trabajo y de convivencia social. Para esto tomémonos de la Mano de la Madre de Dios y Madre nuestra, de nuestra chaparrita y generala, como le decimos caroñosamente, a fin de que ella nos ayude a encontrar a Jesús, especialmente en la Eucarística, y tengamos de Él la fuerza necesaria para no dejarnos vencer por el mal sino vencer al mal con el bien, convirtiéndonos en heraldos de la paz que Cristo nos ha venido a traer. Amen
P. Fr. Omar A. Macías Silva. OFM
[1] BENEDICTO XVI, mensaje de la jornada mundial de la paz, 1 de enero de 2010.
[1] BENEDICTO XVI, mensaje de la jornada mundial de la paz, 1 de enero de 2011.
[1] ESTATUTOS DE LA GUARDIA DE HONOR DE NTRA. SRA. DE ZAPOPAN, Capitulo I, articulo 1.
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