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viernes, 31 de diciembre de 2010

ORACIÓN DE FIN Y PRINCIPIO DE AÑO.

Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad,
tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.
Al terminar este año quiero darte gracias
por todo aquello que recibí de TI.

Gracias por la vida y el amor, por las flores,
el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto
fue posible y por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que
pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos
y lo que con ellas pude construir.

Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé,
las amistades nuevas y los antiguos amores,
los más cercanos a mí y los que estén más lejos,
los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar,
con los que compartí la vida, el trabajo,
el dolor y la alegría.

Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón,
perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado,
por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho,
y perdón por vivir sin entusiasmo.

También por la oración que poco a poco fui aplazando
y que hasta ahora vengo a presentarte.
Por todos mis olvidos, descuidos y silencios
nuevamente te pido perdón.

En los próximos días iniciaremos un nuevo año
y detengo mi vida ante el nuevo calendario
aún sin estrenar y te presento estos días
que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.

Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría,
la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.

Quiero vivir cada día con optimismo y bondad
llevando a todas partes un corazón lleno
de comprensión y paz.

Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios
a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.

Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno
que mi espíritu se llene sólo de bendiciones
y las derrame a mi paso.

Cólmame de bondad y de alegría para que,
cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí
encuentren en mi vida un poquito de TI.

Danos un año feliz y enséñanos
a repartir felicidad . Amén

sábado, 25 de diciembre de 2010

¡VENITE ADOREMUS! HA NACIDO EL SALVADOR.




Alegrémonos, porque hoy nos ha nacido el Salvador. Nadie puede estar triste, porque hoy es el nacimiento de la vida que destruye el fruto de la muerte y nos llena con la alegría de la promesa eterna. Nadie se sienta excluido de participar a tan gran gozo, porque todos participamos de la misma alegría. Alégrese el santo porque se acerca la palma de la victoria. Alégrese el pecador porque se le concede el perdón. Anímese el pagano porque se le ofrece la vida.



Reflexión:


Los hechos acaecidos en la noche de Belén no pueden ser abarcados con esquemas de una descripción de cronista. Para llegar a conocer todo hay que calar hondo en el desarrollo de los acontecimientos a la luz de las palabras del profeta Isaías: "Un niño nos ha nacido, un niño nos ha dado. Lleva al hombro el principado, y es su nombre." ¿Qué clase de principado hay en el hombro de éste niño, que, a la hora de su venida al mundo, ni siquiera tenía un simple techo humano sobre su cabeza, y como primera cuna tuvo un pesebre de animales? En la noche de Belén nos preguntamos acerca de éste principado. ¡Qué trae consigo al mundo el recién nacido? Hemos oído que con el ángel que anunció a los pastores el nacimiento del Salvador "apareció una legión del ejército celestial que alaba a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que Él quiere tanto". Pues bien, en esta anunciación de Belén encontramos respuesta a nuestra pregunta. ¡Qué principado se ha colocado en el hombro de Cristo en esa noche? Un poder único. El poder que solamente él posee. En efecto, sólo él tiene el poder de penetrar en lo profundo del alma de cada hombre con la paz del gozo divino.
Saludémoslo con agradecimiento y alegría, en esta noche radiante.
¡Venite Adoremus!

Autor:
Juan Pablo II


Fuente:
Church Forum http://www.churchforum.org/

viernes, 24 de diciembre de 2010

¡FELIZ NAVIDAD!


PEREGRINO DESEA A TODOS NUESTROS AMIGOS UNA FELIZ NAVIDAD.

"Y sucedió que mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada." (Lc 2,6-7)