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domingo, 1 de noviembre de 2009

PEREGRINO MES DE NOVIEMBRE 2009.

HOMILÍA CON MOTIVO DEL REGRESO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE ZAPOPAN A SU SANTUARIO.

Mons. Miguel Romano Gómez
Obispo Auxiliar de Guadalajara y Rector
del Seminario Diocesano.


Con devoción te hemos acompañado, Madre de Dios y Madre nuestra, en el regreso a tu Santuario, que por ser tu casa la sentimos nuestra. “Tu casa lo es de todos, o no es tu casa” (San Juan Crisóstomo).

Con gratitud recordamos 275 años de visitar Guadalajara, que nunca te ha sentido extraña, porque te siente suya. En estos años, no pocos, cuántas plegarias has escuchado, cuántas lágrimas has contemplado, cuántos corazones se han abierto buscando consuelo, conversión y purificación. En estos siglos, el pueblo te buscó, como te busca ahora, para encontrar en Ti lo que siempre ha encontrado: a la más dulce y tierna Madre, la Siempre Virgen María, Nuestra Señora de Zapopan.

A Ti han acudido, en penas y alegrías, Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, padres de familia, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, tristes y agradecidos, sanos y enfermos… porque estando contigo experimentamos los cuidados de la Madre, tu atenta escucha, tu mirada protectora y estimulante, tu presencia cercana y acogedora.
Contigo, Madre de Cristo, sentimos la cercanía del Cielo y la grandeza de lo espiritual, la nobleza de lo humano y la hermosura de lo evangélico. Estar contigo y, sobre todo, saber que Tú estás con nosotros, es manantial y alimento que sostiene las rodillas vacilantes, que da fuerza a las manos cansadas y conserva la esperanza en nuestros filiales corazones.

Madre de Jesucristo y esposa de José, te encomendamos las familias de nuestra Arquidiócesis, a tu celestial protección. Hay que recordar las dos dimensiones fundamentales de la familia; ella ha sido la gran transmisora de valores culturales, morales y espirituales, partiendo de que la familia se funda en la unión de un hombre y una mujer, según el proyecto de Dios.

Tú, Virgen prudentísima, conoces las numerosas amenazas que afectan y dañan el fundamento familiar. Desde las condiciones infrahumanas en que viven muchas de ellas, hasta la difusión de pseudo-modelos de familia, al margen de la Ley Natural y del Proyecto de Dios.

No permitas, Madre de la Iglesia, que admitamos legislaciones más y más permisivas, que lejos de defender y promover la familia, la atacan y debilitan; que lejos de asegurarla como roca y fundamento de la Sociedad, van promoviendo una Sociedad tan frágil y precaria sin el apoyo de las familias, como una casa sin cimientos. Que el amor a tu Hijo se transforme en amor y apertura a los hijos; que no permanezcamos indiferentes ante tantas parejas todavía carentes del Sacramento del Matrimonio. ¡No al aborto! ¡No al divorcio! Sí al derecho de vivir; Sí a la unidad e indisolubilidad matrimonial. Que todos los miembros de nuestra Sociedad, valorando la familia, la promuevan, asegurando una correcta y oportuna formación de los valores, y sin presentar como ejemplo tipos de conducta o de relación que sólo anuncian más heridas a la familia.

Virgen Santísima de Zapopan, te encomendamos singularmente a los sacerdotes, hijos tuyos muy queridos, en este Año Sacerdotal.

Por tu medio, agradecemos a Dios tantos sacerdotes, buenos y ejemplares, que han alimentado la fe católica de estas tierras. Te pedimos que ayudes a los jóvenes sacerdotes en su naciente ministerio: Que sus deseos de entregarse totalmente a la comunidad se vean nutridos por la diaria y fervorosa oración, por una conducta limpia, amable y alegre, apegada el espíritu del Evangelio. Que estén en el mundo, sin ser del mundo, para que sean verdaderamente “luz del mundo y sal de la tierra”. Que su corazón le pertenezca a tu Hijo; que no deseen otra riqueza que el Reino; que se entreguen apasionadamente a todos, con actitud servicial, buscando, en especial, a los pobres, a los pecadores, a los alejados y a los indiferentes.

Te pedimos por los sacerdotes adultos, que vienen, año con año, entregando la vida toda. Sigue acompañándolos, continúa orientándolos; que ante las adversidades y tentaciones, sean fuertes, pacientes y prudentes, y ante las oportunidades de mayores y mejores servicios al Pueblo de Dios, trabajadores incansables. Que el fracaso no los venza, ni los logros los ensoberbezcan. Que los distinga la humildad, la compasión, la compresión y la misericordia.


Que en el camino, largo y frecuentemente penoso, recuerden que quien les eligió y los consagró, los acompaña siempre, Cristo, el más fiel de los amigos, el amigo de siempre y por siempre.

Virgen y Madre, “hermosa niña y señora”, consuela a los sacerdotes que se sienten faltos de apoyo y compresión. Sé la dulce medicina que dé vigor al sacerdote cansado, enfermo o anciano. Permanece a su lado, como Madre tierna y cariñosa, Tú que eres la mejor de las Madres, la Madre pura y llena de gracia, la Toda Santa.
Que no falte la generosidad de los jóvenes llamados por tu Hijo al sacerdocio. Que sean alegres, decididos y generosos; que Cristo continué sembrando en los jóvenes la semilla de la vocación sacerdotal, y que ésta cuente con el cuidado y cariño de las familias, de las parroquias, de la entera sociedad.


Doncella de Nazareth, Virgen pobre y humilde, te rogamos por tantos hijos tuyos que luchan por conservar, por recuperar o por adquirir un trabajo digno, justamente remunerado, que permita llevar a los suyos, a su familia, lo necesario para salir adelante en estos tiempos recios y difíciles. Escucha las súplicas y las lágrimas de quienes, queriendo trabajar, no encuentran empleo; contempla la angustia de quienes se sienten expuestos al despido, y la sensación de tristeza de quienes procuran sin encontrar el deseado y necesario trabajo. Alcánzanos de Cristo el ser solidarios, hoy más que nunca, para que, con espíritu evangélico, sintamos como propia la experiencia del prójimo.

Que fraternalmente superemos las diferencias y aprovechemos las oportunidades, sin que nadie, por mezquinos intereses personales o de grupo, se valga del dolor de muchos para ventajas tan personales como inhumanas. Ante todo, somos hermanos y como tales hemos de tratarnos, sin dejarnos engañar por falsos líderes, sin dejarnos vencer por el pesimismo; contigo, unidos a Cristo, hemos de trabajar tenazmente por un México más unido y menos dividido, más justo y sin tanta miseria, más instruido y más responsable.


Que cada uno, desde el puesto que tiene o tendrá, desde el lugar donde está o se encontrará, promueva la justicia, sin la cual no es posible la paz. Virgen amable y admirable, Reina de la Paz, Pacificadora, Tú que tanto oras por la armonía en los hogares de la Ciudad, del Estado y de la Nación, anímanos a superar, oportuna, pronta y eficazmente, la violencia familiar y social. Hay muchos hogares golpeados y divididos; no cesa de correr sangre, consecuencia de grupos cuyo poder, lejos de venir a menos, parece crecer y crecer. El mucho poder, el desmedido afán de dividir en feudos a nuestra Patria, ha hecho aumentar el número de huérfanos y de viudas, ha hecho crecer el temor, el rechazo y la desconfianza.


Que, aplicados los medios de la verdadera justicia, la violencia disminuya hasta desaparecer. Que los derechos se respeten y se hagan respetar; que los deberes se cumplan responsablemente; que los compromisos sean tareas, no sólo promesas; que el esfuerzo sea de todos y para tranquilidad de todos. Que, desde el corazón, reine la armonía y la paz.

“Nadie tiene derecho a la violencia, nadie carece del derecho a vivir en paz” (Paulo VI).
Trabajemos sin pausa por un Estado que llegue a ser el hogar común, la casa de todos, el patrimonio que deseamos entregar a las futuras generaciones.
No a la violencia, No al silencio, No al derrotismo, No a la estéril resignación; Sí a la paz, Sí a Cristo, Príncipe de la Paz, Sí a la unidad y armonía familiar.
Virgen de Zapopan, nuestra Abogada y Protectora en tiempos de enfermedad y de tempestad, de sequía e inundaciones, con la confianza en tu maternal solicitud, te pedimos:
Que cese la violencia, prepotencia de pocos, dolor de muchos.
Que cesen los secuestros, negocio de pocos, sufrimiento de muchos.
Que cese la corrupción, vicio de muchos, responsabilidad de todos.
Que cesen los atentados contra el todavía no nacido, molestia de pocos, esperanza para muchos.

Que se ponga freno a tanta pornografía y erotización de la Sociedad, mal para muchos, daño para todos (principalmente los jóvenes).

Que cese el permisivismo que ha multiplicado los vicios y adicciones, y se trabaje por la salud, la integración, la educación, el respeto a la vida y el derecho al trabajo.

Virgen de Zapopan, éstas son hoy las nuevas enfermedades, las nuevas tempestades, las calamidades que reclaman tu protección maternal y el sincero y sostenido compromiso de todos tus hijos, que aquí o desde su hogar te invocan, te agradecen y a Ti se encomiendan.

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